La bandera del orgullo lgtbiq+ es uno de los símbolos más reconocidos a nivel mundial en la lucha por la diversidad, la igualdad y los derechos humanos. Su presencia en marchas, edificios oficiales, eventos culturales y redes sociales la ha convertido en un emblema de visibilidad y resiliencia.
Aunque se asocia principalmente con el arcoíris de seis franjas, la historia y evolución de la bandera es mucho más rica, llena de cambios, significados y debates internos dentro de la comunidad. En este artículo exploraremos el origen, la evolución y el simbolismo de la bandera lgtbiq+, así como sus variantes y relevancia en la sociedad contemporánea.
La bandera original fue diseñada en 1978 por Gilbert Baker, un activista y artista estadounidense de San Francisco. Se trató, entonces, de una bandera que representaba la homosexualidad. Baker recibió el encargo de Harvey Milk, uno de los primeros políticos abiertamente homosexuales en Estados Unidos. Le pidió, justamente eso: un símbolo que representara a la comunidad gay de manera positiva y esperanzadora.
Inspirado en el arcoíris de la película El mago de Oz, Baker confeccionó la primera versión de la bandera con ocho colores, cada uno con un significado especial. Fue presentada por primera vez en el Festival del Orgullo de San Francisco en junio de 1978.
El diseño no fue casualidad: en los años 70, la comunidad gay se enfrentaba a altos niveles de discriminación y violencia. La forma simbólica de identificación que utilizaban los homosexuales estadounidenses desde la década de los 40, para no levantar sospechas, era preguntar «¿Eres amigo de Dorothy?». Gilbert Baker quiso un símbolo que fuera alegre, colorido y que transmitiera vida, esperanza y unidad. Qué mejor que utilizar aquel Over the rainbow para manifestar la familia elegida que representaban los amigos de Dorothy en la película.
Además, el arcoíris no tiene dueño: es un fenómeno natural que abarca múltiples colores, reflejando la diversidad. Es a partir del siglo XXI cuando la bandera del arcoiris pasa de representar a la comunidad gay a todo el colectivo lgtbiq+.
La bandera original de 1978 tenía ocho franjas: rosa, rojo, naranja, amarillo, verde, turquesa, azul y violeta. Sin embargo, con el tiempo, algunos colores fueron eliminados por cuestiones prácticas, como la disponibilidad de telas.
El rosa, que representaba la sexualidad, y el turquesa, simbolizando el arte) fueron eliminados en 1979 porque problemas de producción, quedando la bandera de seis colores, que es la más conocida hoy.
La versión de seis franjas —rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta— se consolidó como el standard mundial a finales de los años 80. Desde entonces se ha convertido en el símbolo más utilizado en marchas y manifestaciones del Orgullo o Pride, como internacionalmente se conoce a la celebración. Cada color de la bandera lgtbiq+ tiene un simbolismo que Gilbert Baker quiso reflejar con valores universales que representan la vida y la diversidad humana.
El rojo simboliza la vida misma, la energía vital que nos conecta como seres humanos. También evoca la pasión, el amor y la fuerza de los sentimientos.
El naranja representa la salud, tanto física como emocional. En el contexto del movimiento homosexual de los 80, hace referencia a la importancia del bienestar frente a años de discriminación y dolor.
El amarillo refleja la luz del sol, la alegría y el optimismo. Es el color de la esperanza en un futuro más inclusivo y libre de prejuicios.
El verde hace alusión a la naturaleza, al crecimiento y a la renovación. También simboliza la conexión con la tierra y la búsqueda de un equilibrio entre humanidad y medio ambiente.
El azul es el color de la paz, la serenidad y la armonía. Representa el deseo de construir sociedades más justas y tranquilas, donde las personas puedan vivir sin miedo a ser quienes son.
Finalmente, el violeta simboliza la espiritualidad y la unidad del colectivo. Es un recordatorio de que la diversidad no solo se manifiesta en lo externo, sino también en la riqueza interior de cada persona.
Con el paso de los años, surgieron diferentes versiones de la bandera para representar la pluralidad de identidades dentro del movimiento lgtbiq+. Tras las reivindicaciones de la comunidad gay en los años 80 y 90, a partir de los 2000 se globaliza la lucha de los derechos humanos, no solo en cuanto a orientaciones sexuales no normativas sino también a identidades tanto sexuales como de género. La evolución de la bandera como icono también se da:
Diseñada en 2018 por Daniel Quasar, esta variante incluye un triángulo lateral con los colores de la bandera trans (celeste, blanco y rosa) y franjas negras y marrones que representan a las personas racializadas y a quienes viven con vih. Se trata de un símbolo de inclusión más amplio.
Un paso más sería la bandera diseñada por Valentino Vecchietti que actualiza la de Quasar añadiendo un círculo en representación de la comunidad itersex.
En las manifestaciones del Pride y en distintas marchas por los derechos civiles, ondea como un recordatorio de la lucha que aún sigue vigente y como un punto de unión para miles de personas. Su presencia transmite fuerza colectiva, envía un mensaje claro de igualdad y dignidad, y convierte las calles en un espacio donde la diversidad se celebra sin miedo.
Más allá de lo visual, la bandera actúa como una herramienta de reclamo social: visibiliza las demandas de la comunidad lgtbiq+ y recuerda que detrás de cada color hay historias de personas que han luchado —y siguen luchando— por vivir con libertad
El poder simbólico de la bandera ha traspasado fronteras. En numerosos países, se ha izado en edificios gubernamentales y sedes oficiales como un gesto de respeto y apoyo a la comunidad lgtbiq+. La instrumentalización política del odio, excusándose bajo consticionalidades falsas, para evitar el izado de la bandera lgtbiq+ en organismos oficiales sigue siendo actualidad en países que asumen ser desarrollados.
Los gestos de apoyo y visibilización refuerzan el valor político y social, al mostrar que la lucha por la igualdad no es solo un asunto de la comunidad, sino de la sociedad en su conjunto.
El uso de la bandera por grandes corporaciones o multinacioanles, en muchas ocasiones, responde más a fines comerciales que a un verdadero compromiso con los derechos lgtbiq+. A este fenómeno se le conoce como pink washing.
Dentro del mismo colectivo también han surgido debates sobre qué versión de la bandera representa mejor la diversidad. Incluso ciertas asociaciones han seguido re-actualizándola.
La bandera ha ayudado a que muchas personas se sientan parte de un colectivo global. No se trata solo de un emblema estético, sino de un elemento que fomenta el sentido de pertenencia. El uso de la bandera también ha servido en entornos escolares, universitarios y laborales para promover la tolerancia, la empatía y la igualdad.
Desde esta editorial, hemos realizado un sencillo homenaje convertido en tazas que muestran nuestro apoyo a la cultura diversa. La bandera de 1979, la progress y la inclusive progress están en nuestra tienda online seleccionando las opciones, así como la dedicada a las personas aliadas del colectivo que también nos acompañan, apoyan y contienen.
La presencia de la bandera del orgullo en calles, instituciones, redes sociales y marcas refleja el camino recorrido hacia una mayor visibilidad, pero también nos recuerda que aún quedan retos pendientes.
Más allá de las modas o campañas puntuales, la bandera mantiene intacta su esencia: representar a millones de personas que reclaman igualdad, respeto y libertad para ser quienes son. En definitiva, ondea como un recordatorio de que la inclusión y la dignidad no deberían ser una excepción, sino la norma en cualquier sociedad.
